Las montañas no están para rendirse, están para escalarlas.
6:00 de la mañana, te suena el despertador, desayunas, te calzas y sales a por ello. Sabes lo que te espera, te has preparado para esa carrera, para subir esa montaña, pero llegas al kilometro 17 y tu cuerpo te la juega, las piernas te tiemblan y tu mente te dice que no. Ves a otros corredores pasar, tienen mejor pinta que tú, ellos si están entrenados, y para colmo, empiezas a tener la vista cansada y la mirada perdida.
Pero entonces empiezas a pensar en la montaña, la forma piramidal de la misma, esa cima que debes alcanzar, y esa carrera que debes terminar, pero no solo por ti, sino por tus sueños, tus metas, la gente que cree en ti y por darles en las narices a aquellos que te decían que no puedes hacerlo.
Y lo mismo pasa con la vida, con ese mazazo que te llevaste por aquella pareja que te traicionó, aquel examen que suspendiste o incluso aquella persona que sin avisar, te dejó.
Porque la vida son montañas, montañas que tenemos que superar, que tenemos que escalar, porque es cierto que a veces son duras, pero las montañas no están para rendirse, porque si no se pudiesen escalar, serían muros, no montañas.